martes, 18 de diciembre de 2007

I. Yo

No voy a presentarme.

Hace menos de diez años tuve un novio que me llevaba al trastero de la casa de sus padres para echarme un polvo los sabados por la noche. No había calefacción y en invierno hacía mucho frío, por lo general él siempre estaba demasiado caliente y yo solía estar como ese clima de enero... un par de grados bajo cero.

Mientras estaba encima mía empujando su basura a mi rincón yo contaba del 1 al 100 deseando que acabase de una vez.

A veces, al acabar me preguntaba que qué tal y yo no sabía que responder.

A veces solo lloraba un poco y dejaba que él me acariciase hasta que se me olvidara lo estúpida que era mi vida.

Uno de esos inviernos de mierda conocí a un tipo que parecía mucho más interesante que helarme follando en un sótano. Nos vimos un par de veces y a la tercera subí a su casa y podría decir que disfruté el mejor sexo de mi vida, pero en realidad lo que ocurrió es que sencillamente disfruté y que por tanto tuve el mejor sexo de mi vida.

A aquel tipo le gustaba ser otra persona mientras me follaba y yo, que ya era otra persona mientras lo hacíamos, estaba encantada de conocerme de nuevo.

En aquella casa también hacía algo de frío, era uno de esos áticos interiores y antiguos del centro de la ciudad en los que la humedad lo jode todo. Me daba igual, pasamos largas tardes y alguna que otra noche pasándolo bien en su cama o en el sofá frente a una tele que nunca encendíamos.

Mientras, mi novio y yo dejamos de visitar el trastero y empezamos a frecuentar el coche y el territorio de las discusiones de pareja. Al principio él se quejaba de que no lo hacíamos nunca, después se dio cuenta de que el verdadero problema era que yo había dejado de quererle lo suficiente como para reunir fuerzas para hacerlo.

Cuando lloró por primera vez yo ni tan siquiera tuve ganas de acariciarle...
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