viernes, 9 de mayo de 2008

IX. Paz en el mundo.

La primera vez que alguien me besó estábamos sentados frente a un televisor que emitía una corrida de toros. Hay recuerdos que parecen premociones. También hay frases que parecen paradojas.

Se llamaba JuanMi, como los chicos de antes, y era rubio de pelo fosco y cabeza grande. Yo era bastante bonita pese a las gafas y más soñadora que realista, asi que, cuando él me las quitó y metió su mano entre el sujetador y mi piel supe que no teníamos nada que hacer.

Es increíble como cambian las cosas. En un rango de edad que considero aceptable en relación a la mia sería capaz de follarme a practicamente el 80% de personas que encierre la purga. Excluyo a los/as muy gordos, personas a las que le falte algún pedazo de cuerpo, gente sin sentido de la higiene corporal y dental y muy peludos/as en general.

Si embargo, cuando tenia trece años era capaz de ofenderme porque me tocaran una teta.

A veces voy drogada a trabajar.

Ya sabes, cosas normales, de esas que receta el médico, nada serio. O si desde que en la farmacia te piden y anotan el DNI para comprarte las recetas.

El caso es que desayuno, como y ceno amitriptilina, isapirona, paroxetina, bupropion, fluoxetina, diazepam, lorazepam, alprazolam y unas cuantas mierdas más terminadas en am. Mi botiquín podría hacer real el deseo de casi todas las Misses; la paz en el mundo.

Y cuando el dia ha sido duro, o la noche, o los últimos 20 años... me tomo un reconstiyente con una copa de ginebra y en menos de treinta minutos estoy caminando entre algodón y anuncios de compresas.

Es entonces cuando puedo recordar con total claridad como un tipo llamado Paco Ojeda, cuya profesión era torturar y matar animales, daba la vuelta al ruedo en una plaza de toros desconocida con una oreja negra en la mano. Y mientras el sonido de fondo eran miles de personas aplaudiendo, algo húmedo y cálido se apoyó en mis labios. Y permaneció allí unos segundos que duraron horas mientras yo me acaloraba por algo más que la temperatura templada de mayo.

Y al separarse de mi, yo, que por entonces podía vagar entre las nubes y soñar ilimitadamente sin la ayuda de mis amigas las de la paz en el mundo, pensé que sería para siempre.

Si, es entonces, cuando camino con la misma pesadez que si estuviera sumergida en una enorme piscina, cuando siento con idéntica precisión que si acabara de ocurrir, la mano fría que dejando su rastro en mi escote aprisionó mi pecho y liberó mi cándida ingenuidad.

Algo tan pequeño, algo tan grande. Algo tan adulto, algo tan infantil. La paz en el mundo.
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